Aunque está basado en la vida de un personaje real (Eugene Allen), el relato de las situaciones que le tocan vivir a Cecil Gaines es “de película”. Víctima directa de la violencia racial en una plantación sureña en las primeras décadas del siglo XX, el joven afroamericano viaja al Norte para tratar de huir de un destino trágico. Educado para servir en las casas de los blancos, consigue un puesto de mayordomo nada menos que en la Casa Blanca, donde servirá a las órdenes de los distintos presidentes a lo largo de cinco décadas. Pero la vida de Gaines dista mucho de haberse convertido en un cuento de hadas: su relación matrimonial no siempre se desliza sobre ruedas, y los enfrentamientos con su hijo mayor son cada vez más intensos y frecuentes. Frente a sus ojos se toman las decisiones más trascendentales de la historia en la segunda mitad del siglo, pero él permanece fiel al consejo que recibió durante su formación como mayordomo: “no hables, no escuches; sólo sirve”. Precisamente esa es la actitud que cuestiona su primogénito, enrolado en los movimientos de lucha contra la discriminación racial en la década del 60. Las contradicciones se agudizan en el seno de la familia, lo que lleva a Gaines a refugiarse cada vez más en su trabajo. Finalmente, ya retirado, recibirá el reconocimiento por tantos años de servicio de parte del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos de Norteamérica.
Muchos son los méritos de esta producción dirigida por Lee Daniels (también responsable de “Preciosa”, en 2009). Uno de los más importantes es la narración, correcta, atractiva y amena. Otro es la elección del elenco, con tareas descollantes a cargo de Forest Whitaker y de Oprah Winfrey, la popular conductora de la televisión norteamericana, y con breves pero consistentes roles a cargo de grandes figuras en la piel de los distintos presidentes a los que sirve Gaines. Con el telón de fondo de las luchas raciales, la guerra de Vietnam, el asesinato de Kennedy o la crisis del petróleo, la pintura de la vida de Gaines en su trabajo y en su casa resulta sumamente atractiva para el espectador. Poco importa, entonces, la falta de una mirada crítica a las políticas gubernamentales norteamericanas de esos años, porque el eje del filme está expresamente colocado en otro lugar.